Mis escritos






  



Algunos de mis escritos



Acuerdos y discrepancias en torno a las características
de la población en la Buenos Aires de 1810


Por Héctor Horacio Otero

Introducción:

La protoestadística es sin duda una disciplina muy importante para el historiador. Una valiosa herramienta carente de exactitud, pero enormemente orientadora. La heterogeneidad y discontinuidad de las fuentes utilizadas provocan acuerdos y discrepancias en torno a las cifras propuestas, nunca definitivas. Quisiera ilustrar esto en relación a la problemática del número total de la población de Buenos Aires en 1810 y sus características.

Población total:

Cuando Ravignani1 intenta determinar la población de Buenos Aires en 1810 en base al correspondiente censo, se encuentra con que faltaba la información de cinco de los veinte cuarteles existentes, por lo que decide subsanarlo utilizando los padrones de los años 1806 y 1807, llegando a un total de 40.398 habitantes, lo que posteriormente respaldará Besio Moreno2 . Como aún le falta completar el extraviado cuartel Nro. 16, propone estimar la población de este en un adicional de 2500 habitantes, calculándolo en base a los cuarteles circunvecinos. Goldberg3 válida este método para calcular el total poblacional aproximado, pero lo desestima para determinar la distribución de esa población en grupos étnicos. Moreno4 calcula la población de Buenos Aires en 1810 en aproximadamente 40.000 personas, coincidiendo con la estimación más firme de Ravignani y en base al trabajo de Santamaría5. Que por otra parte, es la cifra aportada por Félix de Azara6.

Socolow7 estima la población de Buenos Aires hacia 1810 de acuerdo a lo que ella denomina “Censo Total” en 42.540 habitantes (existe una diferencia con las cifras de Ravignani, tal vez atribuibles al cálculo del cuartel 16?). Pero a continuación lo rectifica con un “Total corregido“ de 61.160 habitantes, de acuerdo a un trabajo de Johnson8, diferencia nada despreciable y que modifica notoriamente el cuadro de situación.

Para otras estimaciones de población, pueden tomarse los trabajos de Martínez9, García Belsunce10, Rosenblat11 y Maeder12.

Distribución de la Población por sexos:

Socolow sugiere que existían 12.155 hombres y 11.236 mujeres. Naturalmente, esto no coincide con su estimación anterior acerca de la población total, aunque aclara que “se basa en datos incompletos y por lo tanto debe ser considerado con cierto escepticismo”.

Población por grupos raciales:

Según Socolow, el índice de masculinidad por grupo total de blancos es de 103.4 (adultos 97.0) y en el grupo total de negros 74.9 (adultos 72.0). La cantidad de blancos es de 23.066 (71.5%, incluye 5210 individuos sin clasificación racial, presumiblemente blancos) los negros y mulatos 8.943 (27.7%) y los indios y mestizos 270 (0.80%) –aclarando que las cifras para estos dos últimos grupos reflejan sólo aquellos casos en que la información es completa y eso provoca la disparidad entre las cifras dadas y el total del censo oficial. Goldberg en cambio, estima la población en 28.116 blancos, 11.837 negros y mulatos, 192 Indios y mestizos y 253 sin especificar, siguiendo las cifras establecidas por Ravignani, lo que podemos denominar “Censo oficial”. Aunque un diario de la época, “El Independiente, Buenos-Ayres 24 de enero de 1815” Nro. 3 pp. 31 y 32”13 sostiene que el número de negros y mulatos de la ciudad era de 15.107 individuos.

El status legal de la población de color sería comprendería 1224 libres (13.7%) y 7719 esclavos (86.3%). El porcentaje de población negra masculina en relación porcentual a la población masculina total alcanzaría un 24.6 % y como fuerza de trabajo no calificado un 18.5%.

Goldberg y Mallo14 coinciden con Socolow (que a su vez realiza el cuadro basándose en datos de una muestra de Reid Andrews15 ) que la fuerza de trabajo por raza comprendía: 756 Artesanos, 74.1% de blancos, 20.4% de negros libres y 5.6% de negros esclavos; 672 Oficiales, 89.6% de blancos, 6.3% de negros libres y 4.2% de esclavos; 273 Aprendices, 82.1% blancos, 15.4% negros libres y 2.6 % de esclavos. Aclara que los números de casos obtenidos son relativos más que absolutos.


Consideraciones finales:


Evidentemente, las cifras varían en relación a las fuentes utilizadas y los modos de calcular, en algunos casos muy significativamente como en los ajustes propuestos por Johnson. Posiblemente, la manera de intentar verificar la validez de estas cifras sea recurrir a fuentes cualitativas, como por ejemplo, los testimonios de los viajeros.

Gillespie16 sostuvo que en 1806 la población no excedía de 41 mil almas, siendo la quinta parte de blancos puros. Mellet17 en cambio, consideró que sólo la tercera parte lo era. Esto se aleja muchísimo de todas las cifras que hemos manejado hasta el momento. Tal vez la verdad se encuentre a medio camino entre estos cálculos impresionistas y el trabajo de los demógrafos. Resulta muy creíble la teoría de Goldberg quien sostiene que un número sustancial de mestizos y mulatos blancos se hacía pasar por blancos en los censos, más si se tiene en cuenta el desprecio del que eran objeto, mayor aún que el profesado al negro y el indio.

Protoestadística, testimonios cualitativos, especulación en base al contexto económico, político, social y cultural; todas vías probables en el infructuoso camino del historiador de “producir el efecto de lo real”, en tanto como sostuvo Foucault, todo intento de reconstrucción del pasado no es sino fabulación.





Héctor Horacio Otero


 

ESCOBAS Y AQUELARRES*

"Provoca un sueño aquel unto, que es un opio de beleño que el demonio les ofrece, de calidad que parece que es verdad lo que fue sueño: pues como el demonio espera solamente en engañar luego las hace soñar a todas de una manera: y así piensan que volando están cuando duermen más, y aunque no vuelan jamás, presumen en despertando que cada una en persona el becerro ha visitado y que todas han paseado los campos de Baraona; siendo así que vive Dios, que se ha visto por momentos durmiendo en sus aposentos untadas a más de dos". Tomado de Francisco Rojas, "Lo que quería el Marqués de Villana".


La brujería fue un fenómeno que se extendió por Europa Occidental hasta Polonia, Austria y Dalmacia, desde 1440 hasta el 1700. El número de personas acusadas de hechicería fue de unas 200.000, de las cuales 3/4 partes eran mujeres. En general, mujeres solas y viejas, abandonadas por sus hombres que migraban de las aldeas (o simplemente debido a la menor expectativa de vida que estos tenían). Estas mujeres eran una carga para su pueblo, no tenían trabajo, ni realizaban actividad sexual, ni procreaban. Esta de m s aclarar que era una época de una profunda misoginia, en la que las mujeres eran caracterizadas por muchos intelectuales como crédulas, curiosas, de personalidad impresionable, malignas, proclives a la venganza, charlatanas, etc.

En la sociedad clásica, las nociones de luna, noche y muerte están profundamente asociadas al principio femenino. En muchas lenguas est n relacionadas las palabras luna, mes, muerte, mujer, menstruación. Las divinidades que protegían la magia son femeninas: Diana, Artemisa, Selene, Hécate, Medea, Circe. Durante la mayor parte de la edad media, la existencia de la brujería fue firmemente negada por la Iglesia. Hasta que la Bula "Summis desiderantes affectibus" la reconoció expresamente en 1484; a partir de ese momento negar la existencia de hechiceras constituía herejía. En los procesos llevados a cabo, lo habitual era amenazar a los testigos con torturas, describir los instrumentos que se utilizarían y finalmente mostrarlos. Este sistema obtenía gran éxito entre los examinados, quienes se apresuraban a acusar a sus vecinos para librarse de tan funesto destino. Naturalmente, se confiscaban las propiedades de los condenados, hecho que conjuntamente con los honorarios percibidos por los gastos de tortura y ejecución, completaba el costado económico de la situación.

De qué se acusaba a las brujas ? De montar una escoba o macho cabrío, untarse con unguentos malolientes, volar, copular con el demonio, participar en orgías, blasfemar, negar el credo cristiano, matar infantes y comerlos, metamorfosis varias, incurrir en vampirismo y violación de tumbas, asustar gente, proferir maldiciones, etc. Cómo explicar estas conductas, reales o ficticias?

La antropología considera que la acusación de brujería se produce por la desesperanza, la frustración colectiva frente a hechos de la naturaleza que no se pueden explicar. Algunos autores dan relevancia al uso de estupefacientes, el unguento al que la mayor parte de las fuentes se refiere. Compuesto de plantas de la familia de las solanáceas (belladona, beleño, estramonio, scopelia y mandrágora) producía un estado de somnolencia en el que las brujas soñarían volar y copular con el demonio.

La psicología reconoce en la actualidad una patología determinada, denominada "neurosis demoniaca", que afecta a mujeres solas que comienzan a sentirse perseguidas por una presencia extraña, lo que en muchos casos les produce una extraña excitación y hasta el hecho de sentirse sexualmente poseídas. Los testigos que acusaban a las hechiceras, (en gran parte niños) habrían sido mitómanos. Desde el psicoanálisis, puede afirmarse que existe una vinculación entre la histeria y la brujería, consistente en que ambos casos la mujer establece una relación especial con el deseo inconsciente de encontrar su identidad, en este caso a través de la excepcionalidad que otorga la condición de bruja.

En tiempos de crisis social, religiosa y económica, la búsqueda de chivos expiatorios de los males públicos se torna imperiosa, y que mejor lugar para encontrarlos que en sectores sin poder de la sociedad. A partir de la ignorancia popular, desde el Estado y la Iglesia se alentó esta locura de la brujería como un medio de suprimir la ola de mesianismo imperante y a la vez aumentar el control social.

Lic. Prof. Héctor Horacio Otero

*. Este artículo es una reformulación de una monografía presentada en 1990 en conjunto con una colega, María de las Nieves Azar, a la cátedra de Historia Moderna de la Carrera de Historia de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires.